jueves, 9 de junio de 2011

El centro de la tierra - El autor bajo la lupa

uno

¿Tu ombligo?

El centro de la tierra,

inexorablemente mi destino.

dos

La ruta hacia tus pechos

-sus atajos

entre intrincadas ropas:

la base de tu cuello,

tus brazos y axilas,

en fin,

la esquina

donde convergen tus amadas costillas-

la conocen mis manos de memoria.

Estas manos

hechas para las frutas de la tierra

merodean tus senos

los acunan

los llevan a mi boca

los estrujan

en un gesto animal que rememora

al mono del origen feliz entre naranjas,

hasta este que soy

-y que conoces-

siguiendo de memoria la ruta de tus pechos,

lejos de las manzanas,

los duraznos maduros,

las guayabas silvestres,

las lúcumas de junio.


tres

Algo les faltaba a mis manos

(estas concavidades cargando su vacío)

hasta que hallé las dunas de tu espalda

y coseché la dicha y este canto.

cuatro

A qué hueles,

qué aromas se fueron imbricando con el tiempo

hasta llegar a ti,

a tu cuerpo desnudo que me orilla

como un río que carga emocionado

jazmines,

toronjiles ,

granadas,

ansiedades…

cinco

Tus labios,

mariposas hambrientas

en torno al estambre

enardecido.



seis

Tu saliva,

la lluvia

-la lluvia buena-

convocando a la vida

por todos los rincones…

siete

Tu lengua:

nerviosa,

insatisfecha,

buscando urgentemente una guarida,

metiéndose en mi boca

revolviéndose en ella

como una fiera,

abandonándola,

yendo y viniendo

luego

por mi cuello

como un ofidio o un alga trepadora,

recorriendo el resto de mi cuerpo

con los ardientes pies sobre la tierra,

para caer

después

desfalleciente

en algún lugar de mí

como un dulce molusco

a la intemperie.

ocho

Tu columna vertebral,

una palmera.

Tu cuerpo,

una palmera.

El huracán nace de ti

y me rompe como a un cristal,

como a una bandada de pájaros

piando.

nueve

La impostergable cita,

la temida y amada,

la soñada;

allí,

donde vive la cosquilla de Dios/ como una reina,

entre largas colinas,

en húmedos ramales,

en la gruta

donde se sobresalta

el tiempo

el mundo

el bien

el mal,

el intrépido salmón llega agitado,

olvida el largo viaje,

desoye a sus heridas,

se zambulle,

se solaza,

se estremece,

lanza su blanco canto

y luego muere

cumpliendo a plenitud con su destino.


diez

¿Y ese viento felino

que se enreda y desenreda en tu garganta

como en un algarrobo lleno de brujería?

Maúlla, maúlla, maúlla

llamando,

avizorando,

sufriendo

la tremenda estampida.

once

Tus caderas,

el fiel del universo,

el péndulo que sigue su rumbo alucinado.


doce

Tu pelo

yaciendo

como la alfombra persa de los sueños

en pleno vendaval

a trote firme;

flameando

como una bandera roja

victoriosa,

como un enjambre amable

sobre mí.

Trece

Así,

jineta de los vientos,

así,

sobre la silla afilada que te espera

que te sueña

que te afirma y empapa.

¡Vuela!

¡Vuela!

¡Vuela!

¡Qué cercano está el cielo!


catorce

El retumbo de todos los tambores,

de todos los timbales,

el aleteo de millones de aves

siguiendo rutas inusitadas,

el canto de todas las estrellas,

el mar embravecido,

la inundación,

la paz…


quince

Tu espalda tiene el sabor salado de las playas desiertas.

Yo soy el náufrago

varado sobre ti después de la tormenta.

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